De nuevo ese ser de aspecto deforme o informe se apareció junto a su cama, los últimos días era una constante en el momento que despertaba, en cuanto apareció, D. Rodrigo Pérez Dos Sicilias de Iñíguez intentó la misma táctica de todos los días, cada vez que miraba al Ser un recuerdo de algún pecado volvía a su cabeza: ahora era cuando entre él y su hermano Gonzalo esperaron a aquella muchacha, hija del arriero del cortijo y le enseñaron lo que era un hombre de verdad, ahora era cuando convenció al cura D. Servando para que dijera que Antonio el dueño de la herrería confraternizaba con los rojos a los que empleaba para que lo encarcelaran y así quedarse con las tierras de su madre que nunca le había querido vender (las necesitaba con ese pozo las tierras de su familia producirían el doble), ahora era cuando señaló al maestro del cole y a su querida la maestra por no estar casados... cada vez que uno de sus pecadillos de juventud venía a su cabeza por la influencia del Ser deforme, D. Rodrigo Pérez Dos Sicilias de Iñíguez ponía la poca energía que le quedaba en traer a su cabeza una buena acción que contrarrestara al pecadillo: Convenció a su madre para que vendiera a Pepe el arriero la mejor yunta de mulos de las cuadras del cortijo a un precio de risa, y salió de nazareno descalzo en la procesión del Alba ese año. Consiguió que le permutaran la pena de muerte a Antonio por 20 años de cárcel, además a D. Servando (que también fue connivente) se encargó de castigarlo él mismo, poniendo a oídos del Obispo sus cuitas con la viuda de Peláez (¡qué vergüenza, lo sabía todo el pueblo!) (¡de la viuda se encargó el mismo de que no echara de menos los cariños de un cura, cambiándolo por un hombre de verdad! jajjaja, esbozó incluso una sonrisa). Y los maestros rojos pecadores... ya se encargó él de que la Falange hiciera un nuevo colegio, con enseñanzas de verdad...
Y así todo: Ante un pecadillo, un pensamiento noble...
En ello estaba cuando esta vez el Ser dijo con voz cavernosa: "Nos vamos, Rodriguito!"
D. Rodrigo Pérez Dos Sicilias de Iñíguez miró a su hijo Nacho que estaba al otro lado de la cama y con la mínima fuerza que le quedaba le indicó que se acercase y le dijo con un hilo de voz: "...me llevan los demonios!..."
Nacho, miró a la tele de la habitación sobre la que su padre había fallecido con la mirada fija y los ojos extremadamente abiertos y vio en ella la noticia sobre la liberación de Puigdemont por un tribunal alemán...
...
Una vez que acabó el funeral, Nacho le comentaba a Úrsula, su mujer:
- ¡Cómo era Papá!, ¡Llevó sus convicciones políticas hasta el último momento!
El único pecado mortal que conozco es el cinismo.
Henry Lewis Stimson (1867-1950) Estadista americano.
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