Circulaban historias por la balda 3, la de artículos navideños, fomentadas principalmente por aquel San José al que se le borró un ojo y volvió a la misma (que Hassan era siempre de darle una segunda oportunidad a los artículos) o el buey que porque perdió un asta también regresó… que si te colocaban sobre un suelo de polvo de madera, que si los niños jugaban contigo, que si (incluso a veces) te ponían un tipo haciendo sus necesidades cerca, rodeado de luces centelleantes; el buey incluso contaba que había unas gallinas de mayor tamaño que él…¡Qué exagerado!
En éstas un día llegó a la tienda de Hassan un chico rubio
de unos tres años, con dos enormes ojos almendrados de la mano de su padre.
- - Por fi, papi, ¿Lo vamos a comprar?
- - Claro, hijo
Se llevaron el lote completo: El misterio, el ángel, la
mula, el buey, los tres Reyes con sus camellos y sus correspondientes pajes.
Hassan había aprovechado para darle la oportunidad merecida a Orión, aquel
camello de Baltasar con sólo 3 patas y media.
Al llegar a casa, las figuras aterradas sin saber lo que les
esperaba, comenzaron a ser colocadas sobre una mesa en un pasillo de una casa
pequeña pero coqueta y confortable. Sin grandes estridencias, ni luces, ni
polvo de madera; sólo ellos. Incluso cuando descubrieron la pata rota de Orión
no se plantearon devolverle, hablaron no sé qué de la inclusividad y lo
colocaron apoyado en un pequeño vasito para que pudiese cargar con Baltasar y
los regalos sin caerse. Daniel, que así se llamaba el niño, alguna vez había
cambiado las posiciones de algunos pero sin maltratarles. La verdad es que
estaban muy contentos.
Así pasaron tres días, siempre al caer la tarde Daniel
pasaba delante de ellos cargado de juguetes camino al baño…
Poco dura la alegría en la casa del pobre, dice el refrán…
Al cuarto día, Daniel preguntó: Papi, ¿Me puedo bañar con el
Belén?...
A pesar de la mirada poco amigable de su madre, la respuesta
que obtuvo fue:
- - No veo por qué no
El terror se hizo presa del Belén… cuando no los miraban se
abrazaban unos a otros aterrorizados. Los animales emitían todo tipo de ruidos
y bufidos, sobre todo Orión, que decía ¡ni de mí van a tener piedad, que tengo
media pata menos!
Daniel los echó a todos en una especie de cesto, y sin
ningún tipo de consideración los arrojó a una bañera… Le desnudaron y
se metió allí también.
¡Guau! Pues esto no está tan mal, decían unos…la verdad es
que es muy agradable decían otros…¡y qué bien huele!. El niño en su pesebre
flotaba como Moisés en el Nilo. Cuando terminaron fueron todos secados con
cuidado y recolocados en su sitio, a Orión por error le colocaron a Gaspar
encima, pero no le importó nada…total, estaba tan limpio y olía tan bien…
A partir de ahí y mientras duró esa Navidad todos
esperaban la hora del baño con alegría, con excitación incluso. No entendían
cómo los que volvían a la balda 3 se dedicaban a contar aquella sarta de
patrañas para asustarlos.
Un saludo a tod@s.
La alegría ha sido llamada el buen tiempo del corazón.
Samuel Smiles (1812-1904) Escritor y reformista escocés.
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