Eran esos días de levantarse pronto, disfrutar un ligero desayuno, tomar la mochila cargada con lo básico y comenzar a disfrutar los regalos que el Camino proporciona: ahora era un olor intenso y profundo a bosque solitario, ahora un casero tentempié en un bar que es en realidad el salón de la casa de alguien, descansar en ,y a la par admirar, una minúscula iglesia románica, liberar todas las endorfinas acumuladas con el premio de conseguir culminar una dura subida o una pedregosa bajada, mojar las manos o los pies en un río de cristal, un rato de amena conversación con otro u otra desconocido caminante que cuenta sin trabas su motivación y disfrute personal con el mismo, el sabor de la primera cerveza en el final de una etapa, el regocijo de la ducha, almuerzo y siesta en cada final...y sobre todo, la gente, tanto caminantes como los locales
cada vez que la mente de Pablo volaba hacia sus experiencias en el Camino de Santiago terminaba recalando en el puerto del recuerdo de los ojazos de Carmen. ¿Qué habrá sido de ella?
La verdad es que recordar su llegada con la cara descompuesta por el cansancio a aquel bar, por llamarlo de alguna forma a esa casa con un zagal de unos quince años que vendía latas de bebidas enfriadas en un frigorífico de los de casa y servía unos bocadillos de ensueño resucitadores de muertos con un pan con un grosor de corteza de tres milímetros. Carmen llegó sola y lo miró con la mirada perdida. Él raudo le ofreció asiento a su lado e invitarla a descansar y tomar algo. Ella lo agradeció, le ayudó a descolgarse la mochila...
¡Dios, la mochila!
- ¿Qué llevas aquí, chiquilla?
- Pues todo lo que me aconsejaron... dijo casi sin voz
- ¿Dónde acabas hoy etapa? En Puebla de Sanabria, supongo, ¿verdad?
Carmen asintió con la cabeza mientras mordía con hambre voraz el bocadillo de lomo que le habían puesto por delante sin pedirlo.
Cuando ambos terminaron, Pablo dijo
-Ea, pues no se hable más. Lleva mi mochila que yo llevaré tu "baúl rosa", jajajaja
Caminaron juntos, y fueron descubriéndose poco a poco. Había un salto generacional entre ambos, pero eran dos almas gemelas... amantes de la naturaleza, del arte, del buen comer y beber y de los retos... lo del sentido religioso del Camino como que no iba con ninguno de los dos.
Al terminar la etapa almorzaron juntos, tras el almuerzo quedaron para la partida del día siguiente.
Sin ningún pudor por ambos intercambiaron las mochilas desde el principio. En la etapa de Xunqueira de Ambía, compartieron habitación. Al día siguiente se inventaron una etapa y disfrutaron juntos de Allariz... Terminaron el Camino en Santiago como si fuesen una pareja, Pablo con su macromochila rosa sobre los hombros...
Ahora, cuando faltaba un mes para que Pablo comenzase la primera etapa de su ansiado Camino del Norte... pensó en Carmen... ¿Y si la llamaba? Cuando se despidieron se prometieron hacerlo juntos...
Si le decía que no... se quedaría como estaba... total, cuando nada se puede perder, sólo se puede ganar...
Un saludo a tod@s
Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
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